“La verdad del Universo es que nada es seguro”.
shaka de virgo
El 9 de Marzo volamos desde Ezeiza hacia Ciudad de México, y de ahí, a Japón. El 11 de Marzo del 2020 estábamos arriba de un tren bala desde el aeropuerto de Narita (Tokyo) directo hacia Kyoto, empezando nuestro viaje a través de Japón, y pocos días después, quedaríamos varados sin fecha de retorno a la Argentina. Nuestra vuelta estaba pautada para el 31 de Marzo. Al declararse el COVID-19 una Pandemia, todos los vuelos comerciales hacia Argentina fueron cancelados. Nadie nos daba una respuesta, ni Aeroméxico, ni la Embajada de Japón, ni el Gobierno. Quedamos varados en un país extranjero, con un presupuesto pensado para una cantidad de días determinados, con un pasaje de vuelta cancelado.
Antes de empezar, una aclaración, las fotos que estoy usando son el 1% de la cantidad de material que sacamos con Mucci, si están interesados en ver más fotos, con una curaduría más fina y en mejor calidad, busquen su galería en facebook, que viene curando esas fotos desde que volvimos. Buen rollito.
Así nos recibía Japón, con el Fuji-san saludándonos por la ventana.
Me podría despachar hablando de esto por veinte párrafos más, pero como quiero centrarme en todo lo bello que tuvo la experiencia de conocer Japón, sólo quiero decir que se sintió como si nuestro propio país nos hubiese soltado la mano a nuestra suerte. Fueron días de mucha angustia e incertidumbre, de silencio absoluto por parte de las autoridades que en teoría amparaban por nuestros derechos como ciudadanos argentinos.
Los “vuelos de repatriación” como tal fueron una publicidad discursiva, propaganda política. Con el tiempo, cuando se empezaron a blanquear las cosas, nos enteramos que las aerolíneas no habían cancelado sus vuelos hacia la Argentina, sino que Argentina había cerrado las rutas comerciales de regreso, y sólo podían llegar vuelos aprobados por el ANAC. Uno tenía que anotarse a supuestas listas de espera que tenían las Embajadas/Consulados, para de estar forma ser elevados hacia Aerolíneas Argentinas, la aerolínea de bandera del país (que no permitía endosar ni compensar los vuelos cancelados, aun si tu vuelo cancelado era con Aerolíneas Argentinas), la única forma de volver era pagar un nuevo pasaje, a precios inflados, y elegidos con un criterio totalmente dudoso, que nadie entendía ni entendió jamás cómo funcionó.
De nuevo, no hago énfasis en esto para llorar ni dar lástima, sino para que quede claro que pese a lo que la gente creía o creyó, a nadie “trajeron” gratis, ni repatriaron, salvo contadas excepciones. Nadie se hizo cargo del pasaje que nos cancelaron, que nos costó mucho dinero que nunca vamos a volver a ver. Nadie nunca nos dio una fecha de regreso, que nos permitiese armar un presupuesto con el dinero que nos quedaba, para organizarnos, todo fue un día a día de constante caos, desinformación, silencio absoluto, e incertidumbre…
Es difícil hacer un recorrido cronológico de todo el viaje de principio a fin, fueron muchas ciudades, muchos sentimientos y sensaciones, pero quiero dejar asentado en el Blog algunos pensamientos, más que una crónica documentada de cada paso que dimos (y porque no me sale de la otra forma).
Los lugares que visitamos durante nuestra estadía fueron:
Kyoto, Nara, Osaka, Hiroshima, Miyajima, Tokyo, Nikko, Kamakura, Enoshima y Kawagoe.
Japón es un lugar maravilloso en muchos aspectos, el nivel de organización urbana y estructural que tiene no tiene parangón, en especial sus metrópolis, todo funciona como un mecanismo de relojería, el costo, por supuesto, es la pérdida de cierta humanidad (de nuevo, hablando de las grandes urbes). La tradición y lo inevitable del avance del concreto existen en simultáneo todo el tiempo en el País del Sol Naciente.
Las personas tienen una predisposición prácticamente instintiva para intentar ayudarte a toda costa, aun con la barrera idiomática que nos separa. Es un país donde el comportamiento social está lleno de matices, y el sistema de castas sociales que uno pensaría fue erradicado tras la apertura de Japón hacia Occidente, aun perdura, sólo se modificaron las formas.
Es abrumador el nivel de consumo en el que están sumidos los japoneses, y la cantidad de basura que producen en consecuencia. La basura de las personas incluye hasta electrodomésticos, muchos posiblemente aun en buen estado. Las casas de objetos de segunda mano son moneda corriente en los barrios (por suerte, no todo se convierte en basura automáticamente).
Una de mis figuras mitológicas favoritas, el Shisa de piedra, hay cientos, ubicados en templos, entre toris e incluso en medio de las ciudades. Algunos ubicados en la costa, mirando hacia China, donde teóricamente aguardan sus contrapartes.
Uno de los aspectos más hermosos es el cuidado del patrimonio histórico y cultural, los templos, pagodas y edificios históricos son prácticamente mimados, limpiados a diario, mantenidos hasta el más mínimo detalle, todo exuda devoción y orgulloso por sus raíces más espirituales, el sintoísmo y el budismo conviven, y no se conflictúan entre ellas sino que coexisten y se reatroalimentan. La espiritualidad y el ritualismo son parte del cotidiano.
No lo pudimos ver de cerca, pero de todas formas el Fuji-san nos regaló una de las imágenes más hermosas y poderosas que vi en mi vida, una pintura de la naturaleza. Que encontramos de casualidad, caminando entre los callejones de Enoshima mientras atardecía. Vimos todo el ocaso hasta la penumbra.
Japón es un país martillado por la cultura occidental tras su apertura al mundo a partir de la era Edo, pero fue un antes y un después tras la ocupación estadounidense luego de la Segunda Guerra Mundial.
Lamentablemente el Museo de la Memoria estaba cerrado por la declaración de la pandemia, pero sinceramente no hizo falta visitarlo para sentir la desolación. Y en Hiroshima sirven el mejor Okonomiyaki de Japón, para poder terminar con una nota alegre.
Lo que no podía faltar en Japón, bateas infinitas con mangas usados, en perfecto estado, a precios bajos. El paraíso es así si sabés leer japonés.
Algunos mangas que traje, todos de segunda mano.
– Saint Seiya #1. Porque es el mejor manga shonen de la historia.
– Vagabond #1. Para honrar al Sensei indiscutido, Takehiko Inoue.
– Vagabond #24. El encuentro entre Miyamoto Musashi y Kojiro Sasaki.
– Yu-Gi-Oh! #1. Porque simplemente me puede.
¡Social Distance! Rezaban los noticieros todos los días, la Gobernadora Yuriko Koike no pudo evitar las aglomeraciones en los parques públicos durante el inicio del Hanami; una tradición japonesa que consiste en la contemplación de la floración de los cerezos.
Un original de Hayao Miyazaki y un cel frame de Nausicaä formaban parte de la decoración en un Ghibli Store, atendido por según recuerdo, una prima del Sensei, que muy amablemente nos dejó sacar algunas fotos de los ídem.
Algo que me empieza a interesar cada vez más, es el “cel frame market“, el mercado de coleccionismo de fotogramas en celuloide de animé, principalmente de los clásicos, sólo como un espectador curioso, porque es un hobby al que no podría tener acceso, hay fotogramas valuados en miles de dólares. Pero pudimos ver algunos de Saint Seiya cara a cara (no se permitía sacar fotos).
Un día, en nuestro barrio de Matsudo, en la Prefectura de Chiba, empezó a nevar. Fue la primera vez en mi vida adulta que vi nieve, un espectáculo muy bello.
De todo Japón, creo que el lugar que sentí más poderoso fue Nikko, y sus templos dedicados a los antiguos Shogunes; la fusión de los colores del óxido de cobre y bronce con la caída de la nieve enfatizaron el encuentro con la tumba de un personaje legendario, el Shogún Ieyasu Tokugawa, aun enterrado, inamovible, en el mismo lugar. Casi una escena de fantasía.
Los encuentros con Buddha en Japón son algo cotidiano, está representado de muchas formas, en muchos lugares, y como no podía ser de otra forma, también en el manga, con su versión por Osamu Tezuka. Este lo encontramos en la hermosa isla de Miyajima, en la biblioteca de una casa de comida budista, para leer mientras te tomabas una sopa.
¡Tenbu Horin!
Una de las ciudades que más disfruté, fue Kamakura. Hogar de la mitológica escena del opening de Slam Dunk, ciudad costera que siempre remite al hogar en Mar del Plata, y lugar de descanso del Daibutsu Buddha en el Kotoku-in.
A raíz de Kamakura, esta pequeña página del sketchbook inspirada en esa experiencia y en todo lo que estábamos atravesando en ese momento, ya contando nuestros últimos días en Japón, pero sin saber cuándo volveríamos a la Argentina (nos quedaba nuestra escala de tiempo indeterminado en Ciudad de México).
Una obra maestra de la arquitectura moderna, el Gimnasio Nacional Yoyogi, y por ahí cerca, una placa en conmemoración a los Juegos Olímpicos de 1964.
Sinceramente me costó bastante ponerme a dibujar y empezar a tomar comisiones para recuperar los días laborales que empezábamos a perder por toda esta situación, si arranqué fue por ver la garra que le puso mi novia al asunto, a quien le agradezco todo su apoyo y amor durante todo este proceso. Pero ya con la maquinaria en marcha, salieron algunas imágenes que aun hoy me siguen pareciendo simpáticas.
Con este estoy haciendo un poco de trampa, lo empecé en Japón, pero lo terminé de pintar en México, donde hacía tanto calor que la témpera se secaba al entrar en contacto con la superficie del papel.
“Tsugi ha…“
Creo que lo que más voy a extrañar de Japón es su sistema de trenes, combinaciones, altavoces anunciando estaciones en japonés. Era casi reconfortante.
La última foto de nuestro último tren, directo a tomarnos un avión a México, para intentar volver a nuestro país, que nos tenía negado el regreso.
El Art Déco y Ciudad de México van de la mano. Lamentablemente, ahí no fuimos turistas, sino húespedes a la fuerza por las circunstancias globales. Nosotros vivimos en un barrio con gráficas amarillas que rezaban “Peligro, zona de alto contagio“, un mantra que se repetía a diario en la cabeza de uno. En las calles no circulaba un alma. En México convivimos durante 20 días con Denise, una persona que sólo conocíamos por mensajes, del grupo de Varados del que éramos parte. Si alguna vez lee esto, quiero agradecerle por ser una compañía tan amena, y pese a la situación adversa, darnos siempre una sonrisa y divertirnos mientras nos manteníamos pendientes del día a día global.
Al final, ni las listas, ni las comunicaciones prácticamente diarias con las Embajadas (tanto de Japón, como de México) sirvieron de mucho. Un día, simplemente nos llegó un email de Aerolíneas Argentinas, con el aviso de que a determinada hora, se abriría la venta de pasajes para un vuelo desde Cancún hacia Argentina. Esto significaba que a la hora indicada, las personas que querían volver al país, tenían que competir, literalmente, por asientos, siempre y cuando, por supuesto, tengas el capital para cubrir los gastos.
El 20 de Mayo (50 días extra desde nuestra fecha de regreso original), tras conseguir nuestro pasaje de vuelta hacia Argentina, viajamos de Ciudad de México hasta Cancún, y de ahí, hacia Ezeiza, no sin una o dos peripecias más en el medio. El país nos recibió con las manos abiertas, sin ningún tipo de protocolo sanitario real, la justificación por la que nadie podía ingresar al país. Lo único que nos aplicaron fue alcohol en gel en las manos al bajar del avión, y al bajar del micro que nos llevó a Mar del Plata.
Le agradezco a mis amigos y familia que nos mandaron su afecto de la forma en la que podían, pero principalmente a mi novia por ser tan compañera en todo momento. Y otro agradecimiento especial al grupo de Varados en Japón que se formó y que nos ayudó a resolver dudas, y sentirnos parte de una pequeña comunidad que estaba atravesando lo mismo, gracias a todos.
¡Me estoy quedando pelado, la puta madre! Chau.
Nehuén / ネグエン
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