Esta ilustración fue realizada para la portada del libro La Bailarina Cósmica, escrito por Mauro Insaurralde Micelli.
“La Bailarina Cósmica, -declara Nietzsche , no descansa pesadamente sobre un solo punto sino que ligera y alegremente brinca y se vuelve de una posición a otra.”
Joseph Campbell.
Ya hemos trabajado varias veces con Mauro, haciendo portadas para sus novelas. Aparte de ser un gran artista, es un gran amigo, por lo que trabajar con él es siempre divertido y un placer.
Como con las anteriores portadas que ilustré para sus publicaciones, empezamos charlando y poniendo sobre la mesa qué tiene que figurar en la ilustración a nivel estético y conceptual, en este caso, una representación de la bailarina cósmica.
Esta es una descripción del personaje tal cual figura dentro de la novela:
“Sobre una pequeña mesa de estudios que había en la habitación (frecuentemente utilizada por Amaro para tomar notas) se encontraba una joven completamente desnuda, sus ropas estaban desperdiciadas por todo el suelo, como si se las hubiera sacado con violencia. La muchacha, al ver a Amaro, se puso de pie. Tenía la cintura pequeña, los pechos redondos y erectos, las caderas bien delineadas, rostro de rasgos persas y una larga cabellera. Sostenía entre sus manos un libro que aparentemente había estado leyendo antes de ser interrumpida por la presencia del dueño de casa. En la tapa del libro se leía “Obras completas de T. S. Eliot”. Un tatuaje de la cara de un zorro era visible en el monte de Venus lampiño de la muchacha.
Mauro Insaurralde Micelli.
Estas son algunas de las referencias que me pasó Mauro. Buscando una estética que tenga que ver con el ocultismo, las deidades hindúes y un poco del art nouveau de Alfons Mucha.
Después haber leído la descripción, de haber charlado, y de haber visto las referencias, me fui haciendo a la idea de cómo quería ilustrarla, me vino a la mente un artista que como historietista no me gusta, pero sí como ilustrador y portadista, Jae Lee, principalmente en el trabajo que hizo con Before Watchmen: Ozymandias.
Es un dibujante que trabaja muchísimo con la simetría aproximada, muchas veces en detrimento de la narrativa de sus páginas, pero no por ello menos bello a nivel estético y visual. Me interesaba trabajar eso.
Con el contenido visual cargado en el cerebro, empecé la primera batería de thumbnails, tratándose de una publicación con texto, compongo la imagen desde el boceto ya a sabiendas de dónde estará el mismo, para no relegar ni pisar ninguna parte importante de la imagen.
De las seis variantes, la 2da siempre fue mi favorita, pero la 5ta hubiese resultado interesante para desarrollar también. Entre charla y charla con Mauro, fuimos descartando hasta quedarnos con la 2.
Decidido el thumbnail ganador, empiezo a trabajar las formas básicas que necesito a nivel compositivo, despreocupándome por el momento de que puedan o no estar bien proporcionados los elementos, sólo quiero ubicarlos en el plano, ver si todo funciona, componer la imagen.
Definidas las formas, fijo y detallo algunos elementos que ya sé que quiero conservar, se lo muestro al escritor, ajustamos detalles, corregimos lo que hace falta, y desarrollamos en profundidad un lápiz digital más acabado, mostrando ya la posible forma final de la imagen:
A esta altura, ya tengo en la cabeza a modo de boceto el color, pero antes de meterme con eso, decido empezar a fijar el lápiz final sobre una hoja de acuarela, pasándolo con una mesa de luz y la mar en coche:
Qué mal me quedó, por ejemplo, el dedo pulgar de la mano que la bailarina está sosteniendo con su mano derecha. Uno de los dedos pulgares más feos y desproporcionados que hice en mi vida, me molesta no haberlo notado a tiempo. Soy un tontito.
Dicho y hecho, escaneo el lápiz, y empiezo a evaluar la composición de valores, qué avanza, qué retrocede, cómo destacar el texto pero sin dejar a la imagen tapada. A la par, prácticamente en simultáneo, surge la prueba de color, que termina de definir los contrastes necesarios para un golpe de efecto poderoso, ya que el libro es impreso, y por lo tanto debe competir visualmente con otros en las bateas.
Terminado el proceso de composición de color en digital, puedo pasar a la acuarela con mucha más confianza y seguridad, armar las mezclas, y empezar a pintar. No saqué muchas fotos del proceso, pero resumiendo:
Empiezo dándole una capa muy lavada del color predominante del fondo a toda la hoja, para empezar a curarla y que absorba humedad. (la hoja está pegada con cinta papel a un plástico acrílico, para mantenerla lo más tensa posible durante el proceso de pintado/secado). Sinceramente no me acuerdo qué marca de hoja era, es una que estaba guardada adentro de un folio en una carpeta. Era para acuarela, pero no sé qué modelo, era muy buena, sino se hubiese destruido por la cantidad de agua que usé.
Establecida la primera mano, empiezo a pintar el fondo y el personaje secundario que está debajo de la bailarina. En algunos momentos uso la acuarela muy cargada, prácticamente como una témpera (en realidad tendría que haber usado témpera, para no desperdiciar acuarela con capas tan pesadas de pigmento).
Una vez tengo definido el fondo, sigo con el personaje central, acá sí uso capas muy diluidas, porque los errores son más complicados de tapar después, procuro ir despacio por más que la ansiedad me coma la cabeza.
El resultado final, y escaneado, queda más o menos así, la hoja se dobló en varios lugares, por lo que se ven esos “fantasmas” o manchas negras generadas por la propia sombra de la hoja cuando recibe la luz del escáner.
Escanear una acuarela es siempre un tema complicado, porque uno pinta, aunque sepa que después se van a perder, un montón de sutilezas que el escáner no llega a captar, y los colores suelen virar también, producto de la luz que barre la imagen cuando escanea.
Para ajustar y que quede lo más fiel posible al original, pongo la hoja al lado del monitor y voy ajustándolo digitalmente en Adobe Photoshop, hasta llegar al nivel más aproximado en matiz, saturación y valor. No siempre queda igual al original, pero es mi obsesión llevarlo a por lo menos un 95% de precisión. Tampoco es garantía de que esto, al imprimirse, quede igual, en el proceso, la imagen se ve distinta en cada monitor, según cómo este configurado, y ni hablar del monitor a la impresión.
En esta etapa suelo corregir varios detalles que no vi cuando estaba pintando en analógico, ya que al digitalizar la imagen, esta pasa del plano tridimensional al bidimensional, y todo se “aplana”. Es un buen momento para ajustar el contraste de los elementos, y espejar horizontalmente la imagen para corregir desproporciones.
Por último, le añado en Adobe Illustrator los textos correspondientes, y lo terminamos de pulir con el autor y la editora hasta llevarlo a su punto final.
(Click en la imagen para verla ampliada)
Como conclusión, la ilustración me sigue gustando, lo único que reharía serían todas las manos de la criatura, en especial, como dije más arriba, la que está sosteniendo ella con su mano derecha (una de sus manos derechas). También cambiaría el color de los adornos del pelo, al ser del mismo color del fondo, no se llegan a destacar, e incluso se confunden con el mismo fondo. Pero en términos generales estoy feliz con este trabajo, y siempre es un gusto trabajar con Mauro, porque me deja hacer lo que se me canta.
Bueno me voy a entintar una página y poner el agua para hacer un arroz, chau.
Facundo Nehuén López
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